I

    Siempre he creído que las filas del supermercado pueden funcionar como un ejercicio de atención plena, 

especialmente, si es fechas de quincena, antes del día del niño o víspera de noche buena. Recuerdo aquel pasaje de la biblia donde Jesucristo pasó 40 días y 40 noches en el desierto y en algún momento Satanás lo tienta para desistir de su objetivo.  No será equivalente, pero aquel desierto lo reemplazaría por los mares de gente durante época decembrina como una actualización de dicho pasaje. Pensar si realmente uno viene a comprar o a reunirse a ello en desesperación colectiva; y si aquel o tal ejercicio de compra o meditación es o no colectivo. Los panes se acaban, aquellos juguetes están muy caros, se te olvidó la lista, espérame aquí se me olvidó algo, no tardo. Uno respira empatía o consuelo cuando terminada la faena uno voltea a la fila de al lado y mira, con aceptación, que ninguna fila avanza; estamos juntos en esto. Ahí, en la espera, es donde satanás vuelve al alcance de tu mano, a merced de tu carrito y algún sobrante del presupuesto, en forma de papitas de 10 pesos.

    Las filas de supermercado y las de instituciones gubernamentales como hacienda presentan un fenómeno igual. Alguien vende papitas, Cheetos, refrescos, botana varia aprovechando las masas incautas, a los sísifos modernos. Aunque la fila del supermercado la destaco; no solamente es más abusiva, porque poner los dulces ahí y no en otro lado es otro de los juegos psicológicos del consumismo, sino porque en ella existe una cosa muy muy curiosa: la sección de libros y revistas.

    De pequeño creo que nunca les habré dado importancia, e incluso, supongo de buena fe su existencia porque no recuerdo nada de ellas. A diferencia de los quioscos de revistas, estas no tenían aquellos coleccionables o juguetes incluidos en las revistas para niños. Ahora adulto (joven pero adulto) y con un hábito lector, me han llamado a la atención el papel que tiene la venta de libros dentro de los supermercados. Los oxxos hacen lo mismo con algún pequeño quiosco, además de los típicos dulces, refrescos y juguetes nimios. Imitan normalmente en México los puestos de revistas. Sin embargo, en empresas como Walmart y Chedraui, los libros son distintos. Hay todo un mundo literario en las filas de supermercado que me llama a ser invocado. Bajar al infierno del consumismo suena, a consideración del desempleo y del desquehacer, una buena idea.

II

He aquí unas anotaciones de lo que he encontrado:

1: La mayoría son de la distribución de Penguin Random House, especialmente los sellos de B de bolsillo, Debolsillo, Grijalbo, Aguilar y Debate. Después ella le sigue Planeta, especialmente los sellos de Booket, Tusquets Editores, Planeta Cómic, Seix Barral y Diana. Los tirajes que cuentan son mixtos. De Primer alcance te encuentras seis o siete de este, y de los demás solo uno. La mayoría vienen o emplayados o maltratados por el acomodo constante en los pequeños anaqueles de revistas.


2: En años anteriores los libros de celebridades, autobiográficos o de narración/ficción, eran muy comunes de encontrar en estas áreas. Ahora ya no, al menos esa impresión me da a mí. Eso sí, los libros de carácter espiritual o de autoayuda siguen estando donde mismo.


3: Ahora encuentro más variedad de autores: Julio Ramón Ribeyro, Octavio Paz, Ignacia Antonia, Ethel Krause, Amos Oz, Pedro Ángel Palou, W. Bruce Cameron, Noemi Casquet, Jorge Bucay, son algunos de los nombres que noto.


4: La mayoría de los autores son hombres.


5: La novela histórica, la crítica política, la autoayuda, relato erótico, comics y novela gráfica, ficción y biografías son los temas más recurrentes en estos puestos, además de los típicos libros de tips o de ejercicios.


6: Sorprendentemente los precios de los libros no son malos. $100 pesos o $150 por un libro, los cuales no son de editoriales baratas, se me hace un precio caro para mis gustos literarios, pero no excesivamente caro. Algunos de ellos vienen en paquetes de 2x1, tan curiosos que puede tocar crítica literaria con algún libro de un youtuber.


7: Hay algunos títulos que me llaman la atención y es un paquete con introducciones a disciplinas varias, entre ellas antropología y psicología social. Algo que no había visto antes.


8: Hay un ligero miedo en esculcar y leer las contraportadas de los libros; por una parte, pueden pensar que piensas clavártelo, por otra, que eres mamador.

III
    ¿Qué valor hay en vender libros en centros supermercados? 

¿Cómo es la opinión de los lectores sobre esta práctica?, ¿Quiénes compran estos libros?, ¿Cuánto se vende?, ¿Cómo abordar un estudio sobre el consumo de los libros en supermercado? Son algunas de mis preguntas que me despierta todo este tema. Trataré de pasar más tiempo en esas filas, preguntar sobre esos inventarios, y tal vez, hacer entrevistas a los consumidores. No lo sé. La verdad es que este tema me da rienda suelta al trabajo de campo que nunca realicé en mi carrera. Aparte, me da morbo conocer el ámbito literario de los supermercados.